Preocupación en el béisbol por los casos de cáncer cerebral

El porcentaje de fallecimientos de jugadores de los Philadelphia Phillies por esta enfermedad triplica el de la media de la población.

Darren Daulton murió el pasado seis de agosto de cáncer cerebral. Era un héroe de los Philadelphia Phillies de la MLB, la liga norteamericana de béisbol. Fue el cátcher de algunos fabulosos equipos de la franquicia, incluido el que en 1983 alcanzó las World Series y, aún sin ganarlas, se convirtió en uno de esos grupos míticos que el deporte aprecia más allá de la consecución del título.

Le llegó la hora muy pronto, con 55 años. La causa fue un cáncer cerebral, un glioblastoma. Y, en medio de las muestras de cariño, recuerdo y respeto en su duelo, una pregunta se elevó en Philadelphia ¿por qué mueren de cáncer cerebral tantos jugadores de béisbol?

Daulton jugó la mayor parte de su carrera en el Veterans Stadium, un recinto que fue la casa de los Phillies entre 1971 y 2003, cuando fue demolido. Alejado de la coquetería clásica de los ‘ballpark’ de la MLB, el estadio era un gigantesco monstruo que también servía para que jugasen al fútbol americano los Philadelphia Eagles de la NFL. Como se llevaba en la época, la modernidad exigía ser multiuso, ser gigantesco y tener césped artificial.

Resulta que, al igual que Daulton, al menos otros tres compañeros que jugaron en ese estadio han fallecido de cáncer cerebral: Tug McGraw, con 59 años, Johnny Oates, con 58, y John Vukovich, con 59. Ken Brett, de 55 años, también sufrió el mismo final, aunque sólo estuvo un año en los Phillies.

Sumados a los casos de protagonistas en otros equipos de la liga, como son los de Dan Quisenberry, 45 años, Dick Howser, entrenador de 51 años, Gary Carter, 57, y Bobby Murcer, 62, todos ellos con el glioblastoma como la causa más probable de su deceso, el resultado es un patrón alarmante.

Así lo ha expresado, por ejemplo, Larry Bowa, actualmente uno de los ayudantes del entrenador principal en los Phillies y que lleva desde 1970 en la franquicia de forma casi ininterrumpida: “Estoy preocupado sobre esto. Da bastante miedo”. No es el único; Larry Andersen, que lanzo para Philadelphia entre 1983 y 1993, y hoy es comentarista de radio del equipo, ha señalado: “No puedes evitar pensar en ello. Estaría bien que hubiese algunas respuestas, aunque sólo fuera para seguir adelante. Pero nadie sabe nada. Es frustrante”.

Y es que la ciencia no es capaz, aún, de proveer una certeza fiable a este caso. Las cifras dicen que los fallecimientos por esta forma de cáncer entre los jugadores de la MLB y, específicamente, de los Phillies de los años 80 son tres veces más que los de la población normal para este tipo de sujetos, varones norteamericanos de entre 45 y 70 años. Sin embargo, ningún estudio médico puede correlacionar los hechos ni descartar que se trate de mera casualidad.

El New York Post contactó con numerosos médicos e investigadores especializados en este tipo de tumores malignos y en todos ellos encontró la misma respuesta: el número de jugadores fallecidos por glioblastoma es elevado para la media, pero aún no se puede descartar el mero azar.

Jennifer Brusstar, viuda de Tug McGraw, no se conforma con esa respuesta, no obstante, y cree que la muerte de Daulton ha de servir para abrir el debate en serio y dedicar recursos a la investigación. “Miremos profundamente y veamos si hay algo aquí. Y, si no lo hay, pasemos página”, ha dicho.

La MLB, de momento, hace oídos sordos a estas peticiones y ni siquiera presta a sus expertos médicos internos para ser entrevistados al respecto. Tarde o temprano, la liga tendrá que afrontar el tema aunque sólo sea, como dicen los protagonistas, para descartar de manera fehaciente que sus estadios y sus hierbas sintéticas de los años 70 y 80 eran un peligro para la salud.

Pepe Rodriguez Rodriguez

Pepe Rodriguez Rodriguez – As.com